Arrogancia e Internet

Solía escribir más seguido, sobre lo que hacía, lo que ocurría en GNOME, documentando recetas en Linux, viajes, fotografía, cosas triviales, etc. Ahora, cada vez que pienso en escribir, me arrepiento antes de sentarme al computador o incluso luego de tener un borrador.

Al principio fue por dar prioridad a otros asuntos, luego algunos temas ya no me parecían atractivos de escribir. Pero, en realidad, estoy cansado de Internet.

Colores

Casas de colores, Galway, Irlanda

Arrogancia y gustos musicales

Un amigo -al que llamaré Mostaza- quien sabía de música independiente más que el promedio, me dijo que yo era estúpido y arrogante cuando le confesé que habían grupos musicales que dejaban de gustarme en cuanto se hacían demasiado populares, y que en cuanto dejaban de ser populares, los volvía a escuchar.

El no podía explicarse como alguien podía cambiar sus gustos simplemente porque algo se volvía muy popular. Hasta que le sucedió, y cuya anécdota es la siguiente:

A mediados de los '90, Mostaza escuchaba Pearl Jam en un equipo de alta fidelidad. Si bien, era posible escucharlos en las radios, y eran «populares», no lo eran lo suficiente para que los tocaran una y otra vez en las radios locales, ni que salieran álbumes ni revistas completamente dedicadas a ellos.

Fue entonces, cuando Mostaza le enseñó a un tercero el álbum. Y la respuesta que obtuvo fue: «¿cómo puedes escuchar esa porquería?».

Al cabo de unos meses, Pearl Jam se hizo muy popular en Chile. Y un día llega la misma persona a mostrarle su nuevo CD: «Vitalogy» de Pearl Jam, diciendo solamente alabanzas del grupo y su estilo musical. Y lo típico de cierta edad: «es el mejor grupo musical del mundo», y le recomendaba a Mostaza que los escuchara.

El contenido era exactamente el mismo que él le había enseñado tiempo atrás. Entonces , se retractó y me dijo que entendía exactamente a lo que me refería.

El asunto, según mi punto de vista, es que no se trata de la misma apreciación musical. Algunos valoran el contenido según su mérito, mientras otros solamente escuchan lo que es popular en el momento y luego lo desechan.

Tal vez no sea el hecho de popularizarse en sí, sino sus efectos secundarios. Encuentro desagradable cuando la música que me gusta suena chicharrienta en la radio de un microbus o alguien la coloca a todo volumen en un celular.

Y llegó la Internet

Tal vez es lo mismo que me ocurre con Internet. Antes sentía que, aunque todo era público, aún era leído por una minoría. Pero hoy no, está lleno de pendejos cibernéticos, quienes no solamente leen y escriben lo que quieren -lo cual está muy bien-, sino que intentan darme cátedra de algo que no me importa. Y no me refiero a edad física, sino a edad en este mundo electrónico. Los hay con canas y sin canas, calvos (¿de tanto pensar?) y chascones, con arrugas y sin arrugas. También pueden confundirse con los técnico-less.

Hay momentos, como este, en que logro abstraerme. Y, ¡oh!, aún no he borrado lo que escrito, y presiono el botón que dice «Guardar».