Si quiero aprender a cocinar un estofado, no me basta con que me digan la receta. Podré aprenderme la receta de memoria, podré recitarla, incluso podré decir _que es fácil. Al momento de hacerlo es cuando uno se enfrenta a los problemas, y allí es cuando hay que resolverlos. Y cuando se repite, se madura y se practica (_haciéndolo) es cuando se aprende. De lo contrario, ¿cómo se aprenden detalles como: «eche sal a gusto»?
Parece tan trivial, sencillo. Y para mí es tan confuso . ¿Cómo sé cuál es mi gusto si siempre me han dado la comida sazonada?.
Las recetas que van de boca en boca, incluso muchas de las recetas de libros, no contienen dosis cuantificables: «una pizca de vainilla», «un trozito de zapallo». Si estás de suerte, entonces dirá «una cucharada», «una cucharadita» o «una cucharada rasa».
¿Y cómo saber si lo has hecho bien?. Probándo lo que comes y que otros prueben lo que has hecho y que les guste. Entonces, obtienes satisfacción, y si te apasionas, quieres avanzar al siguiente nivel. Hasta que llega un momento en que dices: «sé cocinar». Una receta nueva será un desafío, más no un obstáculo insuperable. Ya sabes como desenvolverte. Y resulta entretenido.
Es por eso que resulta desilusionante asistir a un curso de cocina internacional, esforzarse y terminar con una prueba que consiste en saber encender el horno. Cuyo único motivo tiene dejar contento a los mediocres y asegurar recibir el pago del curso de todos.
Si se contaran todos los cursos de nivel «avanzado» que se han hecho se podría deducir que hay instituciones que están pobladas de notables funcionarios. Pero la verdad es que cursos avanzados de cocina internacional cuya evaluación es saber encender el horno no valen. No cuentan. Si uno desea saber si aprendió, debe ir a medirse a otro lado.
Es curioso ver que mucha gente pide cursos de capacitación, pero un gran porcentaje de ellas no les gustan las evaluaciones en esos cursos. Quieren ir a las clases con la seguridad que no deben esforzarse. Y cuando se insiste, y cuando se debe garantizar un alto grado de aprobación con un nivel mediocre de asistentes, es cuando se regalan las calificaciones.
Es distinto cuando se debe suplir una necesidad, a cuando hay que ocupar el dinero para «justificarlo» y que no disminuyan el presupuesto del año siguiente. Ocurre en instituciones públicas y privadas.
Todo eso es para decir, simplemente, que:
Si realmente quieres aprender a programar, entonces lee programas, escribre programas, estudia como construir buenos programas, busca problemas a resolver y prográmalos. Y que otros programadores, más experimentados ojalá, juzguen tu trabajo.
Nadie puede llamarse ingeniero de software sino sabe, y puede demostrar, lo fundamental.